El Domingo de Ramos en Sevilla no es solo el inicio de la Semana Santa, es el despertar de una ciudad que, vestida de gala, se entrega por completo a su fe y tradición. Desde primeras horas de la mañana, resuena la algarabía de los niños que estrenan su palma, símbolo de la entrada triunfal de Nuestro Padre Jesús en Jerusalén.Las calles se llenan de una multitud ansiosa, de miradas expectantes y de corazones que laten con emoción. Porque Sevilla sabe que este día no es uno cualquiera, sino el comienzo de una semana que se vive con los sentidos y el alma.Cuando la tarde cae y las últimas cofradías se abren paso entre el incienso y la cera derretida, el sevillano sabe que ha comenzado su semana grande. El Domingo de Ramos no es solo un día, es el umbral de la Pasión, el prólogo de una historia que, año tras año, sigue estremeciendo corazones. Porque en Sevilla, la Semana Santa no se cuenta… se siente.